lunes, 28 de febrero de 2011

Oficial Golosito

Un policía pelado y gordo cruza la plaza desde la estación hacia el kiosco.

El uniforme está impecable. Oscuro. Estirado. Seguramente, si no se lo puso planchado, se planchó al ponérselo. No le sobra un centímetro.

Llega al kiosco, apoya una mano en el canto de la pared, un pié en el escalón y revisa la oferta. Gira la cabeza. Tiene rollos en el cuello. O más bien, cabeza y cuello son una misma cosa, no se sabría donde termina uno y empieza lo otro si no fuera por una angosta banda de pelo rapado que le recorre la nuca de oreja a oreja.

Tiene un arma colgando de la cadera. Cae sobre su muslo suculento. No flojo, ni interesante a la mirada femenina, pero poderoso. Tiene un escudo en su brazo. Un escudo importante. El calor le acortó las mangas a la camisa y después del escudo, sigue un brazo abundante, no fofo, abundante: Músculos, venas, piel que habla de haber estado mucho a la intemperie aunque su tendencia sea más bien rubicunda. El brazo termina en una mano peluda y redondeada, pero no por lo redonda menos poderosa: Dedos anchos, uñas prolijas sin obsesión.

Mientras piensa mirando las golosinas, tiene actitud de acodado en una barra. No se sabe si va a pedir un whisky, un martini, un atado de cigarrillos, tabaco para pipa, cigarros cubanos o un sándwich completo de mortadela.

En eso, sin cambiar la posición, mira directo a los ojos del  kiosquero y sale de su boca un hilo agudo de voz:
-¿Tenés un alfajor Chocoarroz?

jueves, 24 de febrero de 2011

Nacho el cerrajero


Llega Nacho, el cerrajero. Tendrá cuarenta años calculo. Más bien alto. Ni gordo, ni flaco. Pelo corto. Facciones afables. Morocho. Cara limpia de pelos. Usa jeans, remera y zapatillas. No parece cerrajero. Mucha confianza en todos sus gestos para ser cerrajero. No habla de más, pero no es introvertido.

Abi le abre la puerta y él cuando entra disimula con algo de éxito una expresión de extrañeza. Abi le muestra la puerta de la habitación de Otto: cierra mal. Él la revisa. La prueba. Pero en un momento saca la mirada de la puerta y de la cerradura. Mira la habitación.

Y no puede evitarlo.

Lo dice:
-Yo dormía en esta habitación cuando era chico. Tendría siete años. Mis padres dormían en aquella -señala el dormitorio principal- y yo en esta -mira de vuelta todo.
-Sí, esta era mi piecita -dice mientras sonríe (sin excesiva nostalgia) y se pierde quién sabe en qué recuerdos aparentemente felices.

Después de ver el resto de las puertas a arreglar, ya al final del recorrido le llega el turno a la puerta del lavadero y Nacho pregunta sobre el vidrio en el techo:
-Eso no estaba antes ¿No? Porque me acuerdo que yo trepaba por esta pared que da al aireyluz y de un salto me pasaba al patio del departamento de al lado. Ahí vivía un chico algo más grande que yo.

Tras conversar un rato sobre el edificio, los vecinos, el barrio y la historia, se fue el cerrajero no sin decirle a Abi que él no podía solucionar los problemas de nuestras puertas.

Nacho tiene un local a una cuadra de acá. Otro que no se fue del barrio.

Para saber qué otros no se fueron del barrio, hagan click acá.

martes, 22 de febrero de 2011

Me lo imaginaba

En cuanto vi el cartel de venta de su departamento dudé. ¿Realmente Gustavo se iría?
Es difícil culparlo. No sólo es petiso.
Además, no es muy buen mozo
que digamos.

Lo dudé con nostalgia: ¿No más tretas de gnomo resentido? ¿No más narices fruncidas acompañando amenazas de demandas en las reuniones de consorcio? ¿No más hechos inexplicables, rarezas sólo posibles de ser reales a manos de un gnomo oscuro, débil y poco ordenado?

Sin embargo, el aviso era de una inmobiliaria seria y no sólo aparecía colgado del balcón de su departamento, también aparecía en Internet. Además, también vi entrar y salir a los agentes inmobiliarios con todo tipo de candidatos. De manera que parecía cierto, parecía que no había truco: Se vendía el departamento de Gustavo.

Incluso en unos pocos meses al cartelón blanco de venta, se le agregó el chiquito amarillo: "vendido" (vino a ponerlo un hombre con su hijo de 6 años aproximadamente en un Falcon rural viejo viejo, lleno de carteles similares en el baúl). Se vendió entonces. Pensé: No más Gustavo. 

Pero no.

No señoras.

No señores.

Gustavo se mudó acá a dos cuadras. A una casa que le vendió un ruso de barba que veo a veces en el Café de París

Es muy difícil irse de este barrio. Ya van a leer.

sábado, 19 de febrero de 2011

Escuchas

Kika, nuestra vecina, no deja de parar la oreja y en cada conversación menciona haber escuchado cosas nuevas.

¡Me pareció ver una linda orejita!
A Santiago, el kiosquero, le contó que desde su habitación en el segundo piso, escucha el timbre que toca el pasajero adentro del colectivo antes de bajarse en la parada de la esquina.

Algo más indignada, comentó con un mozo pelado de la Bola de Oro, que escucha a un perro que han dejado encerrado en planta baja. Parece que una mujer que vive acá cerca y alquila un local en el consorcio -para vender lencería, cosméticos, jabón en polvo, palas de plástico para juntar la basura, shampoo y tinturas para el pelo-, tiene un perro que "duerme" en el patio del fondo del local, a donde dan algunas ventanas del departamento de Kika. Ante el concierto madrugado de ladridos, se levantaron Kika y su marido a tocarle el timbre a la inquilina que los sacó carpiendo alegando que esas no eran horas para molestarla en su casa.

Ya en tono chusma y acercándose al fizgoneo, secreteó con su marido que esa mañana, bajando por la escalera desde el segundo, de refilón escuchó a los hermanos C discutiendo en el primero con la puerta abierta. Graciela C le gritaba llorando a Roberto C que la deje en paz a ella con su madre, que siempre han vivido juntas y sabe cómo llevarla. Él le contestaba que si la sigue maltratando así, o buscan juntos una solución o en cualquier momento cambia la cerradura y no la deja entrar nunca más.

Kika, esto es mucho más que escucha flotante.

Para leer más sobre qué escucha Kika, pueden hacer click acá

miércoles, 16 de febrero de 2011

Contagioso

http://filosofia-y-justificaciones-del-vino.blogspot.com
Nombre largo le puso el hombre al blog.
Parece que el blogging se contagia. O al menos se contagia en Vicente López. Aquí les presento un nuevo blog vecino. O más bien, el blog de un nuevo blogger que es un vecino.

A veces me parece que es un blog destinado a hacernos conocer el vino "La hojarasca" en toda su línea de productos.

Igualmente, como me gustan sus historias, me siento familiarizado con la hojarasca en general (y también con  los nombres de toda la línea de productos de "La hojarasca") y es un vecino amable, lo comparto con ustedes.

El vecino se llama JJ Bustos y su blog Filosofía y Justificaciones del vino. Recorran el blog haciendo click aquí (o en el enlace anterior) y disfruten de sus relatos y discusiones en torno al vino.

martes, 8 de febrero de 2011

La niña bonita

¿Qué tan bonita la ven?
Abi, Otto, Sereno y yo vamos a la verdulería y nos atiende el ingeniero Pirincho.

-¿Cuánto es?- pregunta Abi.
-La niña bonita- responde el ingeniero.
-¿Cuánto es la niña bonita?- repregunta Abi, piensa y arriesga -¿Dieciséis?
-¡No! ¡Cómo dieciséis! ¡No sabés cuál es la niña bonita! -se alarma Pirincho. 
-¡Qué poca cultura!- ayuda Sereno -¡Son quince pesos! ¡La niña bonita es el quince!
- Ok ¿Y el 16 qué es? -preguntó Abi a Pirincho.
-El anillo- respondió el ingeniero verdulero -pero no cuentes nada a nadie de esta conversación que acá sólo sabemos de verduras.


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