martes, 29 de noviembre de 2011

Chinita con novedades

Miren qué mirada, miren qué sonrisa. Chinita en la dulce espera rebalsa de alegría.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

El señor de las aves

Toca el timbre OC para avisarle a Abi algo que yo ya había visto y sobre lo que no creía necesaria intervención: Un gorrión se había colado por un cuadrado de la reja del balcón y estaba haciendo esfuerzos para salir. Lo vio su novia que estaba fumando en el balcón del salón de belleza. Lo vio golpeándose contra la reja.

OC entró y analizó la situación. El pequeño pajarito estaba muy asustado. Ahora, con la presencia de esas personas allí se iba escondiendo detrás de las macetas.

OC salió del balcón y dio su veredicto: 

-Hay que alimentarlo. Después vemos cómo lo sacamos, pero es un pichón y necesita comer y crecer. El Nestum 5 cereales preparado con agua le va a caer bien. Ahora te traigo.-

Salió y volvió con una caja recién comprada en el chino de la vuelta. Abi preparó la mezcla, la puso en un platito y se la llevó al pajarito aterrado. 

El pichón empezó a moverse cada vez más desesperadamente por balcón hasta que finalmente, antes de probar bocado hizo presión en uno de los cuadrados de la reja, se fue volando y se perdió entre los árboles.

A la semana vuelve tocar el timbre OC. Antes de decir hola, le cuenta a Abi que rescató un pichón de paloma enfermo y que le está haciendo una recuperación en su departamento.

-Querés el Nestum- dijo Abi.
-Si- dijo él.

martes, 15 de noviembre de 2011

Pura poesía


Comparto con ustedes una hermosa posdata que escribió Kika en un mail al consorcio en relación a los ruidos que llegan desde la cocina de la Bola de Oro hasta sus oídos: 


"Son las 8:30hs de un domingo hermoso para estar con las ventanas abiertas y hace una hora que estamos con el picado del perejil y las milanesas"

martes, 8 de noviembre de 2011

Parió la abuela

Abi supo que algo raro había cuando vió por la mirilla la cara de alguien que  no conocía mientras la voz del otro lado de la puerta le decía que se llamaba Germán C. ¡Si ella conocía a todos los C y ninguno se llamaba Germán, ni tampoco tenía esa cara!

Mama C, la habitante más añosa del edificio, vive en el departamento de al lado con Graciela, su hija. Roberto, hermano de Graciela, vive en el departamento que esta cruzando el pasillo. Finalmente OC, primo de Graciela y Roberto, vive en el piso de arriba. ¿Quién era este nuevo C?

Dudó en abrir la puerta, pero supuso que si había entrado ya al edificio, no estaría tratando con un completo extraño. 

-Hola, qué tal, yo soy Germán C, el dueño del local del zapatero que queda justo abajo de este departamento- así se presentó el nuevo C.

Abi suponía que el dueño de ése local sería un hombre grande y despreocupado que había dejado a sus endémicos inquilinos la potestad para hacer lo que quisiesen en su propiedad. Por eso, encontrarse con un hombre que no llegaba a los cincuenta le pareció extraño.

Germán llegaba a contarle a Abi que el zapatero se iba y que el local quedaba libre para alquilar después de 34 años de estar alquilado por el mismo inquilino; que efectivamente ése alquiler había comenzado con su padre, dueño original del local, y que a la muerte de su padre, él había heredado la propiedad con el alquiler y efectivamente nunca había hecho nada. 

Y probablemente no llegó para contarle que era hermano de Graciela y de Roberto, pero la conversación llegó hasta allí. Hermano por parte de padre. Hermano probablemente 15 o 20 años menor.

Conversaron en el borde de la puerta, un poco en el pasillo, un poco en la recepción. Otto circulando, entrando y saliendo. Hasta se asomó Mama C cuando escuchó que había charla y se saludaron con sonrisas.

Se fue diciendo que Graciela siempre tuvo muchos problemas, que sus inquilinas hacen lo que quieren en sus locales aunque muchas veces estuvieron a punto de rescindirles el contrato y hacia al final deslizó cierta intención que tiene él de que Abi corte unas plantas que caen del balcón hacia abajo y le ensucian un poco el toldo.

martes, 1 de noviembre de 2011

Se fue el zapatero

No recuerdo haberles contado jamás, pero acá abajo, justo acá abajo, al lado del kiosco, funcionaba (históricamente) un local de arreglo de zapatos. 

Primero estaba el zapatero y su aprendiz. Luego el zapatero se fue y le dejó el negocio al aprendiz y sus secuaces.

En principio todos ellos buena gente, pero también todos ellos con pocas señales de higiene (ni personal, ni del local, ni de costumbres). 

En las siestas se escuchaban los martillazos lejanos que no eran otra cosa que el zapatero en sus zapatos. Y en las noches se adivinaban las tintas enjuagadas en la pileta del patio: voces y aguas.

Pues no más. Puro silencio ahora en el aireyluz (salvo por las rusitas cantando la canción de Los Pitufos y las chicas del salón de belleza destrabando amores y desamores entre clienta y clienta).
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