Armando.
Sentado en una de las mesas que la Bola de Oro tiene en la vereda le hablaba a un hombre algo más joven que él.
"Nosotros lo vivimos ahora en la pescadería, todas te piden algo ya listo, algo preparado para calentar en el micro-ondas, servir y comer. Por eso no te anda la carnicería, vos ahí tenés que vender matambre cocido, asado cocido, colita al horno con papas y milanesas ya preparadas. Éso es lo que sale en Vicente López."
sábado, 30 de abril de 2011
viernes, 22 de abril de 2011
viernes, 1 de abril de 2011
El Turco de arriba
El Turco vivía acá arriba. Justo acá arriba. Desembarcó en el edificio unos pocos meses después que nosotros y nos enteramos de la peor manera. Haciendo reformas en la cocina rompieron un caño y empezó a llover a través del techo del pasillo. Y como no vivían arriba todavía, tardaron dos o tres días en cerrar la llave de paso.
Unos treinti-muchos (o cuarenti-pocos) tendría el turco y venía con su mujer, a quien enseguida se vio embarazada. Primero un niño, luego otro.
Un buen día, el turco, que jamás participaba en nada que tuviera que ver con el consorcio, se mostró interesado por mejorar el edificio. Juntó unos pesitos puerta a puerta y como era arquitecto, trajo a sus proveedores de pintura para que pintaran pasillos, marcos y puertas de los espacios comunes; hizo buenas migas con Kika, que fue a comprar unas lámparas más cálidas para los palieres de cada piso; y por último, mandó a pintar el aireyluz que compartimos.
Poco después puso en venta el departamento, vendió y se fue.
Pero no.
Ahora trabaja acá a la vuelta en un estudio de arquitectura que se dedica a reciclar casas antiguas. Lo veo pasar. Mira la terraza. Sabe que está recién pintada, pero que nos queda todavía pintar la pérgola. Pasa hablando con algún compañero de trabajo y comenta que se mudó de acá porque estaba harto de OC, y de la cantidad de veces que habría la puerta de su departamento entre las 7 y las 7,30 de la mañana. Lleva a jugar a los chicos a la plaza, se toma el tren en la estación.
¿Será consciente de que la combinación de colores de marco y puerta que eligió es de bastante mal gusto? ¿Estará al tanto de que a las pocas semanas de vendido el departamento, la flamante pintura del aireyluz se lavó con la primera lluvia?
Para saber sobre otros que nunca se fueron del barrio, hagan click acá.
Unos treinti-muchos (o cuarenti-pocos) tendría el turco y venía con su mujer, a quien enseguida se vio embarazada. Primero un niño, luego otro.
Un buen día, el turco, que jamás participaba en nada que tuviera que ver con el consorcio, se mostró interesado por mejorar el edificio. Juntó unos pesitos puerta a puerta y como era arquitecto, trajo a sus proveedores de pintura para que pintaran pasillos, marcos y puertas de los espacios comunes; hizo buenas migas con Kika, que fue a comprar unas lámparas más cálidas para los palieres de cada piso; y por último, mandó a pintar el aireyluz que compartimos.
Poco después puso en venta el departamento, vendió y se fue.
Pero no.
Ahora trabaja acá a la vuelta en un estudio de arquitectura que se dedica a reciclar casas antiguas. Lo veo pasar. Mira la terraza. Sabe que está recién pintada, pero que nos queda todavía pintar la pérgola. Pasa hablando con algún compañero de trabajo y comenta que se mudó de acá porque estaba harto de OC, y de la cantidad de veces que habría la puerta de su departamento entre las 7 y las 7,30 de la mañana. Lleva a jugar a los chicos a la plaza, se toma el tren en la estación.
¿Será consciente de que la combinación de colores de marco y puerta que eligió es de bastante mal gusto? ¿Estará al tanto de que a las pocas semanas de vendido el departamento, la flamante pintura del aireyluz se lavó con la primera lluvia?
Para saber sobre otros que nunca se fueron del barrio, hagan click acá.
lunes, 21 de marzo de 2011
Armando sabe todo

Pero no crean que fue muy lejos. Alquiló otro departamento a cuatro cuadras de acá, se jubiló y empezó a ser casi más habitué de estas esquinas que las mismísimas baldosas.
Al principio paraba en el Café de París, pero hace unos años parecería que es fan de La Bola de Oro y no existe en el año la tarde en que no lo vea sentado ahí en plena charla de amigotes del barrio, o sólo, dispuesto a contar de lo que sabe lo que más le interese a su interlocutor.
En las mañanas puede también encontrárselo en la costa del río, con una reposera sobre el césped, tomando sol. Tiene alrededor de 60 años, el pelo totalmente blanco peinado para atrás y un andar de quien se sabe atractivo. Claro, después de tanto sol, con el pelo tan blanco parece Guillermo Copola después de la "planchita", porque rulos no tiene.
Sabe quien es dueño de qué, quien sale con quien, qué problema tiene aquel y mucho más. Si piensa comprar una propiedad en el barrio, no dude en consultarlo. Eso si, sobre decoración mejor no le pregunte.
Hace poco comentaba con una vecina que al frente de este edificio le sentaría bien pintarlo a la usanza de "Ocean Drive" en Miami. Según él eso se expresaría con una ola color celeste pastel, al lado de otra ola verde pastel, al lado de otra ola rosa pastel.
¿Será sólo mal gusto o también fuertes intereses en el negocio de venta de pintura?
Para conocer a otros que nunca se han ido del barrio, hagan click acá.
martes, 15 de marzo de 2011
El amor es así
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Acá los tienen. Caminando del brazo en las calles arboladas. |
Siempre juntos.
Él le dice: -Estás hermosa -o- ¡Qué elegante!
Pero además le susurra líneas. Por ejemplo para el verdulero:
-Tres kilos de naranjas para jugo.
Y entonces ella:
-Tres kilos de naranjas para jugo.
Y susurra los nombres de la gente que pasa:
-Ahí pasa Adela
Y después ella:
-¡Chau Adela querida!
Y así.
Siempre juntos. Mamá C y su hijo Roberto.
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