Usan sábanas blancas. Una lisa, una con una pasamanería, una con un borde celeste, una con un broderie.
Usan toallas blancas. Una lisa, una con tramas a rallas o con pequeños cuadrados, pero siempre blancas.
Llevan a lavar sus sábanas y toallas al lavadero de la esquina.
Las señoras del lavadero ponen las sábanas de Joaquín en una máquina y las de Marisa en la de al lado. Cuando están listas, las de Joaquín van hacia la izquierda y las de Marisa a la derecha. Una especie de gesto automático para no mezclar las prendas de diferentes clientes.
Pero algo pasa. Un teléfono, una clienta, un mate, o algo así.
Se cruza una mano de izquierda a derecha y otra de derecha a izquierda. Nadie lo nota. Se arman los paquetes, se les pone el nombre a cada uno y salen las sábanas a cada cama y las toallas a cada baño.
Y nadie lo nota.
Es que... ¡son todas blancas!!
ResponderEliminarLo bueno sería que lo notaran y que -cual Cupido lavandero- se encontraran para intercambiarlas y terminaran enredados entre esas sábanas indiscriminadamente blancas. ¡Ah, estoy romántica hoy!
Buena entrada... pronto habra un choke, de eso que akí llamamos: amor a primera vista y zas...el amor fluirá.
ResponderEliminarUn abrazote.
Tarapoto PERÚ
nurinotas.
Pero chicas... ¡Ellos ya tienen sus respectivas parejas! ¡No me armen lío che!
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